CUADERNO DE VIAJE: OTOÑO EN NUEVA YORk V
Contrastes
Contrastes, no hay una palabra mejor para describir Nueva York. Precisamente, éste es el nombre de una de las excursiones que más nos habían recomendado antes de llegar a la ciudad: Contrastes. Hay varias empresas que realizan esta actividad, nosotras optamos por Nueva York Metro Contrastes que realiza la excursión por 59$ por persona, además conseguimos 5$ de descuento por persona gracias a dar con un interesante blog, Diario de Un Mentiroso, con un montón de cosas interesantes sobre la ciudad.
La excursión arrancó a las 8:40 en la esquina de la Calle 45 y la Octava Avenida –a unas diez calles de nuestro hotel-. Fuimos las primeras en llegar y buscábamos una furgoneta blanca de cristales tintados –así lo habíamos leído en blogs-, tras nosotros llegaron un par de parejas –la mayor parte de los españoles con los que coincidimos eran parejas…se conoce que es el destino de moda en materia de Lunas de Miel-. Poco después nos recogió un autobús –blanco sí, pero nada de furgonetas, dedujimos que estábamos en temporada alta-. Así comenzaron casi cinco horas de tour por Nueva York y algunos de sus barrios –Bronx, Harlem, Brooklyn, Queens…).
La primera parada fue para conocer Riberside Church y el Mausoleo del General Ulysses Grant –uno de los principales protagonistas de la Guerra de Secesión- al lado del río Hudson. El mausoleo, obra del arquitecto John Duncan, está realizado con granito y mármol y está inspirado en una de la Siete Maravillas del Mundo: el Mausoleo de Halicarnaso. Muy cerca de allí visitamos la Universidad de Columbia, la quinta universidad más antigua de Estados Unidos y donde han estudiado numerosas personalidades –entre ellas el actual presidente norteamericano Obama-. Tras un breve paseo por el campus, lo justo para “tomar unos retratos” como bien nos indicó nuestro guía Jamie (“Jeimy”), descubrimos la Catedral San Juan El Divino, un gigantesco templo aún en construcción de ahí sus sobrenombres de ‘San Juan la Inacabada’ y ‘San Juan la Interminable’. La construcción de este templo comenzó en 1892 y continúa tras haber sufrido bruscos cambios en su estilo.
Nuestro recorrido continuó hasta llegar al barrio Harlem, cuna del góspel. Allí conocimos el Teatro Apollo, famoso club que fue uno de los más importantes de la ciudad, donde descubrimos placas en memoria de algunos grandes históricos de la música –como Michael Jackson-. Harlem, un barrio con población en su mayoría afroamericana, fue en su día una zona de revueltas pero en la actualidad es un destino elegido por muchos turistas para disfrutar del mejor góspel en sus templos. El guía de nuestra excursión nos indicó numerosos datos y anécdotas de este barrio que, sin duda, es uno de los más emblemáticos de la ciudad.
Tras el recorrido por el Harlem pasamos por el Bronx, y nunca mejor dicho porque apenas paramos tras la primera parada en el estadio de los Yankees. Después, Jamie nos indicó que evitáramos realizar fotografías para evitar problemas. Este barrio es uno de los más peligrosos de la ciudad neoyorkina y nos recordó en varias ocasiones que era un barrio donde no era nada aconsejable “turistear”. Con su marcado acento neoyorkino y con bastante aire de misterio –como si de una película se tratara- nos narró diferentes historias de asesinatos del barrio así como costumbres como las consabidas zapatillas colgadas en los cables para indicar la zona de droga, anécdotas pandilleras y la historia de diversos graffitis. También nos desveló que en la actualidad las sales de baño son la droga más consumida entre los más jóvenes que la inhalan tras machacarla. Además nos mostró la comisaría de Forth Apache y algunas de sus principales calles (todo sin bajar del bus). El final del recorrido por el Bronx finalizó en una zona “apta” para turistas, lo justo para tener un retrato en el Bronx junto a unos graffitis y unas canchas de baloncesto.
![[Img #18546]](upload/img/periodico/img_18546.jpg)
Tras una parada rápida para un tentempié nos asombramos a comprobar que, no muy lejos del Bronx, se encuentra una de las mejores zonas de New York: Queens. Una zona de mansiones y casas de familias acomodadas, un impresionante ‘contraste’ en apenas unos kilómetros. En Queens también admiramos el impresionante Estadio del Abierto de Tenis (US Open Tennis) y paseamos por el parque Flushing Meadow Corona, construido para albergar la Feria Mundial de Nueva York 1939 y el segundo más grande de la ciudad después de Central Park. Allí descubrimos el Globo Terráqueo (Unisphere).
![[Img #18544]](upload/img/periodico/img_18544.jpg)
Nuestro próximo destino era Brooklyn donde descubriríamos impactados uno de los barrios más singulares: Williamsburg donde se haya la concentración más grande de judíos ortodoxos. Personalmente lo más impactante de toda la excursión, inverosímil creer que en una ciudad tan moderna y cosmopolita como Nueva York pueda existir un barrio de estas características. En el barrio lo que más llama la atención son los numerosos cochecitos de bebe que hay por todos los lados, prácticamente todas las mujeres empujan uno. El gris y el negro son los colores predominantes de las prendas de los adultos de esta comunidad en la que el color está prohibido, así como un sinfín de normas más –absurdas para nosotros como por ejemplo pulsar el botón del ascensor los sábados-. Para ellos nosotros somos “herejes” y así de claro nos lo recalcó Jamie quien nos recordó que, bajo ninguna circunstancia, tocáramos a nadie y, por supuesto, nos recomendó abstenernos de “retratar” a nadie. Al bajar del bus para completar un corto recorrido por la calle principal comprobamos con asombro que los niños nos miraban como si fuéramos extraterrestres. La forma de andar de las madres ataviadas con pelucas y pañuelos (las mujeres se rapan el pelo una vez que son asignadas) y los colores grises nos asustaron mucho más que los grafiteros y pandilleros del Bronx. ¿Sabéis a qué película me recordaba todo? ‘El Pueblo de los Malditos’, esa en la que unos niños casi idénticos dan miedo con sus ojos brillantes.
![[Img #18527]](upload/img/periodico/img_18527.jpg)
A continuación, nos dirigimos a Dumbo Place, uno de los mejores lugares de todo Nueva York, de el puente de Brooklyn, el puente de Manhattan y del bajo Manhattan. Nosotras decidimos finalizar aquí la excursión para poder disfrutar de una pizza en el mítico local de El Padrino, Grimaldi’s, ya que la ruta finalizaba en Chinatown y Little Italy que ya conocíamos. Así que nos despedimos de Jamie y de su marcado acento neoyorkino.
Hay que hacer cola para comer en Grimaldi’s pero merece la pena. El local destila el estilo cinematográfico del Padrino y es una delicia saborear sus pizzas, acompañadas de un refresco o agua (nada de alcohol, ni siquiera una cerveza). Además, el precio no fue nada caro (incluido la propina)
![[Img #18543]](upload/img/periodico/img_18543.jpg)
Atardecer en Brooklyn
El embarcadero de Dumbo y las zonas de descanso que discurren a ambos lados del puente de Brooklyn ofrecen unas vistas espectaculares de Manhattan. Cada día Mónica controlaba la hora de ponerse el sol para poder disfrutar de la mejor puesta del sol por donde estuviésemos. Así que disfrutamos de un merecido descanso –entre foto y foto- hasta que el sol empezó a caer muy cerca de la Estatua de la Libertad, momento en el que decidimos emprender el camino de regreso a Manhattan por los dos kilómetros de puente de Brooklyn. No debimos de ser las únicas que se nos ocurrió la idea de disfrutar del atardecer desde ese lugar porque el puente estaba literalmente abarrotado de viandantes, a pesar del carril bici las bicicletas ejecutaron más de una carambola para evitar el atropello de algún despistado turista que cámara –o móvil- en mano buscaba el mejor encuadre del atardecer sobre Manhattan.
![[Img #18539]](upload/img/periodico/img_18539.jpg)
La experiencia del atardecer resultó inolvidable.
Tras nuestra intensa ruta turística decidimos regresar al hotel para descansar con un ‘hot chocolate’, al día siguiente nos esperaba Washington y el autobús partía a las seis de la mañana.
Contrastes, no hay una palabra mejor para describir Nueva York. Precisamente, éste es el nombre de una de las excursiones que más nos habían recomendado antes de llegar a la ciudad: Contrastes. Hay varias empresas que realizan esta actividad, nosotras optamos por Nueva York Metro Contrastes que realiza la excursión por 59$ por persona, además conseguimos 5$ de descuento por persona gracias a dar con un interesante blog, Diario de Un Mentiroso, con un montón de cosas interesantes sobre la ciudad.
La excursión arrancó a las 8:40 en la esquina de la Calle 45 y la Octava Avenida –a unas diez calles de nuestro hotel-. Fuimos las primeras en llegar y buscábamos una furgoneta blanca de cristales tintados –así lo habíamos leído en blogs-, tras nosotros llegaron un par de parejas –la mayor parte de los españoles con los que coincidimos eran parejas…se conoce que es el destino de moda en materia de Lunas de Miel-. Poco después nos recogió un autobús –blanco sí, pero nada de furgonetas, dedujimos que estábamos en temporada alta-. Así comenzaron casi cinco horas de tour por Nueva York y algunos de sus barrios –Bronx, Harlem, Brooklyn, Queens…).
La primera parada fue para conocer Riberside Church y el Mausoleo del General Ulysses Grant –uno de los principales protagonistas de la Guerra de Secesión- al lado del río Hudson. El mausoleo, obra del arquitecto John Duncan, está realizado con granito y mármol y está inspirado en una de la Siete Maravillas del Mundo: el Mausoleo de Halicarnaso. Muy cerca de allí visitamos la Universidad de Columbia, la quinta universidad más antigua de Estados Unidos y donde han estudiado numerosas personalidades –entre ellas el actual presidente norteamericano Obama-. Tras un breve paseo por el campus, lo justo para “tomar unos retratos” como bien nos indicó nuestro guía Jamie (“Jeimy”), descubrimos la Catedral San Juan El Divino, un gigantesco templo aún en construcción de ahí sus sobrenombres de ‘San Juan la Inacabada’ y ‘San Juan la Interminable’. La construcción de este templo comenzó en 1892 y continúa tras haber sufrido bruscos cambios en su estilo.
Nuestro recorrido continuó hasta llegar al barrio Harlem, cuna del góspel. Allí conocimos el Teatro Apollo, famoso club que fue uno de los más importantes de la ciudad, donde descubrimos placas en memoria de algunos grandes históricos de la música –como Michael Jackson-. Harlem, un barrio con población en su mayoría afroamericana, fue en su día una zona de revueltas pero en la actualidad es un destino elegido por muchos turistas para disfrutar del mejor góspel en sus templos. El guía de nuestra excursión nos indicó numerosos datos y anécdotas de este barrio que, sin duda, es uno de los más emblemáticos de la ciudad.
Tras el recorrido por el Harlem pasamos por el Bronx, y nunca mejor dicho porque apenas paramos tras la primera parada en el estadio de los Yankees. Después, Jamie nos indicó que evitáramos realizar fotografías para evitar problemas. Este barrio es uno de los más peligrosos de la ciudad neoyorkina y nos recordó en varias ocasiones que era un barrio donde no era nada aconsejable “turistear”. Con su marcado acento neoyorkino y con bastante aire de misterio –como si de una película se tratara- nos narró diferentes historias de asesinatos del barrio así como costumbres como las consabidas zapatillas colgadas en los cables para indicar la zona de droga, anécdotas pandilleras y la historia de diversos graffitis. También nos desveló que en la actualidad las sales de baño son la droga más consumida entre los más jóvenes que la inhalan tras machacarla. Además nos mostró la comisaría de Forth Apache y algunas de sus principales calles (todo sin bajar del bus). El final del recorrido por el Bronx finalizó en una zona “apta” para turistas, lo justo para tener un retrato en el Bronx junto a unos graffitis y unas canchas de baloncesto.
![[Img #18546]](upload/img/periodico/img_18546.jpg)
Tras una parada rápida para un tentempié nos asombramos a comprobar que, no muy lejos del Bronx, se encuentra una de las mejores zonas de New York: Queens. Una zona de mansiones y casas de familias acomodadas, un impresionante ‘contraste’ en apenas unos kilómetros. En Queens también admiramos el impresionante Estadio del Abierto de Tenis (US Open Tennis) y paseamos por el parque Flushing Meadow Corona, construido para albergar la Feria Mundial de Nueva York 1939 y el segundo más grande de la ciudad después de Central Park. Allí descubrimos el Globo Terráqueo (Unisphere).
![[Img #18544]](upload/img/periodico/img_18544.jpg)
Nuestro próximo destino era Brooklyn donde descubriríamos impactados uno de los barrios más singulares: Williamsburg donde se haya la concentración más grande de judíos ortodoxos. Personalmente lo más impactante de toda la excursión, inverosímil creer que en una ciudad tan moderna y cosmopolita como Nueva York pueda existir un barrio de estas características. En el barrio lo que más llama la atención son los numerosos cochecitos de bebe que hay por todos los lados, prácticamente todas las mujeres empujan uno. El gris y el negro son los colores predominantes de las prendas de los adultos de esta comunidad en la que el color está prohibido, así como un sinfín de normas más –absurdas para nosotros como por ejemplo pulsar el botón del ascensor los sábados-. Para ellos nosotros somos “herejes” y así de claro nos lo recalcó Jamie quien nos recordó que, bajo ninguna circunstancia, tocáramos a nadie y, por supuesto, nos recomendó abstenernos de “retratar” a nadie. Al bajar del bus para completar un corto recorrido por la calle principal comprobamos con asombro que los niños nos miraban como si fuéramos extraterrestres. La forma de andar de las madres ataviadas con pelucas y pañuelos (las mujeres se rapan el pelo una vez que son asignadas) y los colores grises nos asustaron mucho más que los grafiteros y pandilleros del Bronx. ¿Sabéis a qué película me recordaba todo? ‘El Pueblo de los Malditos’, esa en la que unos niños casi idénticos dan miedo con sus ojos brillantes.
![[Img #18527]](upload/img/periodico/img_18527.jpg)
A continuación, nos dirigimos a Dumbo Place, uno de los mejores lugares de todo Nueva York, de el puente de Brooklyn, el puente de Manhattan y del bajo Manhattan. Nosotras decidimos finalizar aquí la excursión para poder disfrutar de una pizza en el mítico local de El Padrino, Grimaldi’s, ya que la ruta finalizaba en Chinatown y Little Italy que ya conocíamos. Así que nos despedimos de Jamie y de su marcado acento neoyorkino.
Hay que hacer cola para comer en Grimaldi’s pero merece la pena. El local destila el estilo cinematográfico del Padrino y es una delicia saborear sus pizzas, acompañadas de un refresco o agua (nada de alcohol, ni siquiera una cerveza). Además, el precio no fue nada caro (incluido la propina)
![[Img #18543]](upload/img/periodico/img_18543.jpg)
Atardecer en Brooklyn
El embarcadero de Dumbo y las zonas de descanso que discurren a ambos lados del puente de Brooklyn ofrecen unas vistas espectaculares de Manhattan. Cada día Mónica controlaba la hora de ponerse el sol para poder disfrutar de la mejor puesta del sol por donde estuviésemos. Así que disfrutamos de un merecido descanso –entre foto y foto- hasta que el sol empezó a caer muy cerca de la Estatua de la Libertad, momento en el que decidimos emprender el camino de regreso a Manhattan por los dos kilómetros de puente de Brooklyn. No debimos de ser las únicas que se nos ocurrió la idea de disfrutar del atardecer desde ese lugar porque el puente estaba literalmente abarrotado de viandantes, a pesar del carril bici las bicicletas ejecutaron más de una carambola para evitar el atropello de algún despistado turista que cámara –o móvil- en mano buscaba el mejor encuadre del atardecer sobre Manhattan.
![[Img #18539]](upload/img/periodico/img_18539.jpg)
La experiencia del atardecer resultó inolvidable.
Tras nuestra intensa ruta turística decidimos regresar al hotel para descansar con un ‘hot chocolate’, al día siguiente nos esperaba Washington y el autobús partía a las seis de la mañana.










































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