Europa está reestructurando su economía: cómo la nueva geopolítica está transformando las cadenas de suministro globales. Chaslau Piastsiuk lo explica.
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En el contexto de las prolongadas crisis geopolíticas, así como de la competencia de EE. UU. y China, los países de la UE se ven obligados a replantear su modelo económico. Como destaca Chaslau Piastsiuk, una de las tendencias clave de los últimos años es la reducción de la dependencia de proveedores lejanos y la creación de cadenas de valor más sostenibles y con enfoque regional. Esto podría sentar las bases de un nuevo renacimiento industrial en Europa.
De la globalización a la autonomía estratégica
Durante décadas, la economía europea funcionó dentro de un sistema globalizado: los recursos se importaban de África, los componentes provenían de China y el Sudeste Asiático, y el ensamblaje final se realizaba en la UE. Sin embargo, la pandemia de COVID-19, la guerra de Rusia contra Ucrania y las crecientes tensiones entre Occidente y China han puesto de manifiesto la fragilidad de este modelo.
La Comisión Europea, en sus nuevos informes, habla directamente de la necesidad de "autonomía estratégica" y "seguridad económica". Esto aplica no solo al sector energético, sino también a sectores críticos, desde microchips y productos farmacéuticos hasta baterías e infraestructura informática. Por ello, se está llevando a cabo una reestructuración a gran escala de las cadenas de producción, se están creando nuevos polos industriales en Europa Central y Oriental, y se buscan activamente alternativas a los componentes chinos.
Nuevos centros y clústeres industriales
Una de las manifestaciones más llamativas de estos cambios ha sido el rápido crecimiento de los proyectos industriales en los países de Europa Central: Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. Es aquí donde las empresas europeas están trasladando la producción que antes operaba en China. Las ventajas son evidentes: proximidad geográfica, menores costes, estabilidad política y apoyo de las instituciones de la UE.
Las consecuencias de esta tendencia ya son tangibles. La región experimenta una creciente demanda de espacio industrial, centros logísticos y electricidad. Polonia se ha convertido en uno de los principales destinos de inversión en almacenamiento de baterías y electromovilidad. Paralelamente, se desarrollan proyectos en los campos de la microelectrónica y la industria farmacéutica.
Las instituciones europeas han respondido con programas de apoyo a gran escala. En particular , la Ley de Chips de la UE prevé inversiones multimillonarias en la industria de semiconductores, y RePowerEU tiene como objetivo fortalecer la independencia energética y adaptar la infraestructura a las nuevas condiciones. Esto genera una importante demanda de ingenieros, logistas y especialistas en producción sostenible, lo que dinamiza los mercados laborales locales.
Desafíos futuros y competencia global
A pesar de los avances positivos, los expertos advierten que la transición al nuevo modelo será difícil. Los altos costos de producción, las estrictas normas ambientales y la escasez de personal crean barreras adicionales. Además, Estados Unidos y China ya han implementado sus propios programas de subsidios a gran escala, lo que exacerba la competencia.
La cuestión de la educación cobra igual importancia. Sin una formación sistemática de especialistas para nuevos sectores, desde las energías renovables hasta la microelectrónica, el riesgo de escasez de capital humano se multiplica. La UE ya está desarrollando colaboraciones entre universidades, parques tecnológicos y empresas, pero esto aún no es suficiente para impulsar la industrialización a gran escala.
Al mismo tiempo, el principal reto sigue siendo la transición ecológica. Los inversores esperan que las empresas produzcan con cero emisiones, informen de forma transparente e implementen una economía circular. Los países que creen las condiciones para ello con mayor rapidez obtendrán una ventaja competitiva adicional.
Chaslau Piastsiuk concluye: «Europa se enfrenta a un camino de transformación difícil pero crucial. Hoy se está configurando un nuevo mapa económico del continente, basado en la sostenibilidad, la innovación y la autonomía estratégica. Y es ahora cuando la UE tiene la oportunidad de desempeñar un papel de liderazgo en la economía global, donde la nueva globalización no significa fronteras abiertas, sino interconexiones reflexivas y controladas».
En el contexto de las prolongadas crisis geopolíticas, así como de la competencia de EE. UU. y China, los países de la UE se ven obligados a replantear su modelo económico. Como destaca Chaslau Piastsiuk, una de las tendencias clave de los últimos años es la reducción de la dependencia de proveedores lejanos y la creación de cadenas de valor más sostenibles y con enfoque regional. Esto podría sentar las bases de un nuevo renacimiento industrial en Europa.
De la globalización a la autonomía estratégica
Durante décadas, la economía europea funcionó dentro de un sistema globalizado: los recursos se importaban de África, los componentes provenían de China y el Sudeste Asiático, y el ensamblaje final se realizaba en la UE. Sin embargo, la pandemia de COVID-19, la guerra de Rusia contra Ucrania y las crecientes tensiones entre Occidente y China han puesto de manifiesto la fragilidad de este modelo.
La Comisión Europea, en sus nuevos informes, habla directamente de la necesidad de "autonomía estratégica" y "seguridad económica". Esto aplica no solo al sector energético, sino también a sectores críticos, desde microchips y productos farmacéuticos hasta baterías e infraestructura informática. Por ello, se está llevando a cabo una reestructuración a gran escala de las cadenas de producción, se están creando nuevos polos industriales en Europa Central y Oriental, y se buscan activamente alternativas a los componentes chinos.
Nuevos centros y clústeres industriales
Una de las manifestaciones más llamativas de estos cambios ha sido el rápido crecimiento de los proyectos industriales en los países de Europa Central: Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. Es aquí donde las empresas europeas están trasladando la producción que antes operaba en China. Las ventajas son evidentes: proximidad geográfica, menores costes, estabilidad política y apoyo de las instituciones de la UE.
Las consecuencias de esta tendencia ya son tangibles. La región experimenta una creciente demanda de espacio industrial, centros logísticos y electricidad. Polonia se ha convertido en uno de los principales destinos de inversión en almacenamiento de baterías y electromovilidad. Paralelamente, se desarrollan proyectos en los campos de la microelectrónica y la industria farmacéutica.
Las instituciones europeas han respondido con programas de apoyo a gran escala. En particular , la Ley de Chips de la UE prevé inversiones multimillonarias en la industria de semiconductores, y RePowerEU tiene como objetivo fortalecer la independencia energética y adaptar la infraestructura a las nuevas condiciones. Esto genera una importante demanda de ingenieros, logistas y especialistas en producción sostenible, lo que dinamiza los mercados laborales locales.
Desafíos futuros y competencia global
A pesar de los avances positivos, los expertos advierten que la transición al nuevo modelo será difícil. Los altos costos de producción, las estrictas normas ambientales y la escasez de personal crean barreras adicionales. Además, Estados Unidos y China ya han implementado sus propios programas de subsidios a gran escala, lo que exacerba la competencia.
La cuestión de la educación cobra igual importancia. Sin una formación sistemática de especialistas para nuevos sectores, desde las energías renovables hasta la microelectrónica, el riesgo de escasez de capital humano se multiplica. La UE ya está desarrollando colaboraciones entre universidades, parques tecnológicos y empresas, pero esto aún no es suficiente para impulsar la industrialización a gran escala.
Al mismo tiempo, el principal reto sigue siendo la transición ecológica. Los inversores esperan que las empresas produzcan con cero emisiones, informen de forma transparente e implementen una economía circular. Los países que creen las condiciones para ello con mayor rapidez obtendrán una ventaja competitiva adicional.
Chaslau Piastsiuk concluye: «Europa se enfrenta a un camino de transformación difícil pero crucial. Hoy se está configurando un nuevo mapa económico del continente, basado en la sostenibilidad, la innovación y la autonomía estratégica. Y es ahora cuando la UE tiene la oportunidad de desempeñar un papel de liderazgo en la economía global, donde la nueva globalización no significa fronteras abiertas, sino interconexiones reflexivas y controladas».
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