Un taconeo de siglos donde San Sebastián hace latir el alma de Laguna

Laguna de Negrillos ha vuelto a vestirse de historia, devoción y emoción para celebrar una de sus tradiciones más queridas y emblemáticas: la festividad de San Sebastián, una joya cultural que, desde el siglo XVII, late con fuerza en el corazón de esta localidad leonesa. Declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial y Regional, esta representación única, que se enmarca en la solemnidad del Corpus Christi, volvió a congregar a vecinos, autoridades y visitantes en un acto de profundo arraigo y belleza.

Bajo un sol inclemente y con un calor casi abrasador que parecía fundirse con la emoción del momento, las calles de Laguna se llenaron de vida. Desde hace más de 300 años, cada rincón de la villa se engalana con esmero. Los altares, preparados con dedicación, se convertían en refugios de sombra y fe en una jornada en la que el fervor popular desbordaba cualquier termómetro.

A las once de la mañana, tras la misa celebrada en la iglesia de San Juan Bautista, se abría paso el esperado momento: el auto sacramental, organizado por la Cofradía del Señor Sacramentado desde 1648. San Sebastián descendía desde el coro del templo.

Este año, fue el joven lagunés Pablo de Paz Gómez quien encarnó al legendario San Sebastián. La careta fue entregada por la Mayordomo de la Cofradía, Beatriz Gómez González. Entre los asistentes se encontraba también el subdelegado del Gobierno en León, Héctor Alaiz Moreton, que acompañó con su presencia este acto lleno de significado para el pueblo.

Ataviado con una casaca negra de inspiración militar, calcetines blancos con borlas, zapatos de tacón —regalo de sus amigos laguneses—, mantón de Manila y gorro napoleónico, San Sebastián comenzó su caminar altivo y firme sobre la tarima de madera. Su paso desafiante, lleno de solemnidad, se transformó en redención al final del recorrido. Ni el peso del atuendo, ni los rigores del calor sofocante, impidieron a Pablo de Paz mantener la fuerza simbólica del personaje.

La procesión, que recorrió las calles hasta la ermita de Nuestra Señora del Arrabal, estuvo acompañada por los apóstoles —excepto Judas Iscariote—, danzantes vestidos de blanco que evocaban a los ángeles, y los birrias, figuras que simbolizan al mal. También participaron niños de comunión, imágenes marianas llevadas por jóvenes y mayores, y la Custodia portada bajo palio por el sacerdote de la localidad.

En la ermita, San Sebastián culminó su transformación: descubrió su rostro ante el Santísimo y realizó una venia como signo de arrepentimiento, sellando el mensaje eterno de esta fiesta única —la victoria de la fe, incluso cuando el calor abrasa, incluso cuando el alma duda.

Laguna de Negrillos no solo celebra una fiesta. Cada año revive su historia, su alma y su identidad con una pasión que atraviesa generaciones. Y este año, bajo un cielo ardiente, el corazón de un pueblo volvió a latir con más fuerza que nunca.