Las armas, ¿son el último tren de Valderas?
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Que Valderas va a menos es algo obvio e innegable. Esta localidad que llegó a ser más grande que Valencia de Don Juan en sus buenos tiempos pierde cada año negocios y población. Hace algo más de 10 años superaban los 2.000 habitantes y ahora se mueven en la horquilla por debajo de los 1.500. Cada vez hay menos actividad en su comercio y menos vida en sus calles. Hasta la hostelería, buque insignia de un pueblo conocido por su bacalao, sufre los estragos de una despoblación acelerada. Sin comentarios de los centros educativos, una sombra en cuanto a número de estudiantes hace apenas unos años.
En esta situación pocas son las oportunidades para el desarrollo de un pueblo. Muchas ideas, muchos proyectos pero sinceramente ninguna capaz de generar la fuerza necesaria para revertir el declive poblacional y económico. La propuesta de una empresa de la industria armamentística para construir una gran fábrica -de esas de las que es necesario el coche para desplazarse- es vislumbrada por muchos como el salvavidas necesario para un pueblo que agoniza. Este miércoles hubo una presentación y hablaron de hasta 100 puestos de trabajo directos y todo lo que generaría en su entorno.
¿El problema? ¿Es un canto de sirena? ¿Un espejismo? ¿Existe algún riesgo? ¿Es aconsejable, incluso ético, moral y medioambiental bueno? Muchas son las dudas que se han levantado en Valderas desde que se conoció la noticia de que la “famosa empresa” se dedicaba al armamento. Hay dos bandos claros, los que la quieren y los que no.
La Dehesa, ese tesoro que los valderenses conservan con mimo, es el terreno que pretenden. Eso sí con cesión a cambio de un canon por un determinado tiempo (máximo de 30 años). Hay quienes se levantan defendiendo el paraje como “único”, otros argumentan la peligrosidad de una fábrica de este tipo y las consecuencias que podrían tener en caso de un incremento bélico mundial.
Todas son cuestiones reales y defendibles, pero la reflexión es obligada. ¿Queremos una reserva india en la que los hijos del pueblo y turistas ocasionales en busca del buen sabor regresen de vez en cuando? ¿Es posible un Valderas “de visita” que conserve su encanto “agrícola” y huya de todo desarrollo? O se apuesta por un Valderas con la posibilidad de una gran factoría que fabrica armamento, una industria posiblemente controvertida.
Industria, palabra soñada. Industria es sinónimo de calidad de vida, empleo, buenos sueldos y condiciones laborales de primer nivel. Muchos valderenses emigraron en busca de este tipo de empleo a tierras como País Vasco, Valladolid, Madrid e incluso Francia. ¿Se imaginan que alguno de esos valderenses tuviera la oportunidad de regresar? ¿O que otros se convirtieran en nuevos pobladores atraídos por el trabajo?.
Un sueño o como alguno calificó ayer “cantos de sirena”. En Valderas aún existe el recuerdo de aquel proyecto de “las ruedas” y los intentos fallidos de asentar empresas en la localidad. Quizá este no sea el más aconsejable, quizá no sea ni siquiera real… pero si es ¿la última oportunidad? ¿el último tren?.
Dudas éticas, medioambientales, ecologistas e incluso empresariales. Todas dudas reales. Estamos hartos de ver como cada día los territorios se oponen a fábricas, plantas eólicas y huertos solares defendiendo “su tierra” que sin embargo muere al carecer del ingrediente principal… vida.
Supongo que, dentro de 20 años, desde la tranquilidad de la Dehesa observando lo poco que quede del castillo y del Valderas que un día fue, lo veremos todo con otra perspectiva y pensaremos “que hubiera pasado si …”
Que Valderas va a menos es algo obvio e innegable. Esta localidad que llegó a ser más grande que Valencia de Don Juan en sus buenos tiempos pierde cada año negocios y población. Hace algo más de 10 años superaban los 2.000 habitantes y ahora se mueven en la horquilla por debajo de los 1.500. Cada vez hay menos actividad en su comercio y menos vida en sus calles. Hasta la hostelería, buque insignia de un pueblo conocido por su bacalao, sufre los estragos de una despoblación acelerada. Sin comentarios de los centros educativos, una sombra en cuanto a número de estudiantes hace apenas unos años.
En esta situación pocas son las oportunidades para el desarrollo de un pueblo. Muchas ideas, muchos proyectos pero sinceramente ninguna capaz de generar la fuerza necesaria para revertir el declive poblacional y económico. La propuesta de una empresa de la industria armamentística para construir una gran fábrica -de esas de las que es necesario el coche para desplazarse- es vislumbrada por muchos como el salvavidas necesario para un pueblo que agoniza. Este miércoles hubo una presentación y hablaron de hasta 100 puestos de trabajo directos y todo lo que generaría en su entorno.
¿El problema? ¿Es un canto de sirena? ¿Un espejismo? ¿Existe algún riesgo? ¿Es aconsejable, incluso ético, moral y medioambiental bueno? Muchas son las dudas que se han levantado en Valderas desde que se conoció la noticia de que la “famosa empresa” se dedicaba al armamento. Hay dos bandos claros, los que la quieren y los que no.
La Dehesa, ese tesoro que los valderenses conservan con mimo, es el terreno que pretenden. Eso sí con cesión a cambio de un canon por un determinado tiempo (máximo de 30 años). Hay quienes se levantan defendiendo el paraje como “único”, otros argumentan la peligrosidad de una fábrica de este tipo y las consecuencias que podrían tener en caso de un incremento bélico mundial.
Todas son cuestiones reales y defendibles, pero la reflexión es obligada. ¿Queremos una reserva india en la que los hijos del pueblo y turistas ocasionales en busca del buen sabor regresen de vez en cuando? ¿Es posible un Valderas “de visita” que conserve su encanto “agrícola” y huya de todo desarrollo? O se apuesta por un Valderas con la posibilidad de una gran factoría que fabrica armamento, una industria posiblemente controvertida.
Industria, palabra soñada. Industria es sinónimo de calidad de vida, empleo, buenos sueldos y condiciones laborales de primer nivel. Muchos valderenses emigraron en busca de este tipo de empleo a tierras como País Vasco, Valladolid, Madrid e incluso Francia. ¿Se imaginan que alguno de esos valderenses tuviera la oportunidad de regresar? ¿O que otros se convirtieran en nuevos pobladores atraídos por el trabajo?.
Un sueño o como alguno calificó ayer “cantos de sirena”. En Valderas aún existe el recuerdo de aquel proyecto de “las ruedas” y los intentos fallidos de asentar empresas en la localidad. Quizá este no sea el más aconsejable, quizá no sea ni siquiera real… pero si es ¿la última oportunidad? ¿el último tren?.
Dudas éticas, medioambientales, ecologistas e incluso empresariales. Todas dudas reales. Estamos hartos de ver como cada día los territorios se oponen a fábricas, plantas eólicas y huertos solares defendiendo “su tierra” que sin embargo muere al carecer del ingrediente principal… vida.
Supongo que, dentro de 20 años, desde la tranquilidad de la Dehesa observando lo poco que quede del castillo y del Valderas que un día fue, lo veremos todo con otra perspectiva y pensaremos “que hubiera pasado si …”
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