Más de una docena de pueblos se quedan sin pan
Hoy ha tenido lugar la última ruta del panadero por los Oteros
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Este jueves, en más de una docena de pueblos del sur de la provincia de León llegó el pan por última vez. La empresa que había tomado el testigo de la emblemática Unipaco tras su cierre ha suspendido la ruta que reparte en la zona de los Oteros. Fuentes de los Oteros, Fontanil o Pajares han recibido hoy por última vez la visita del panadero.
Ya no se oirá el sonido de la bocina, la furgoneta ya no estará puntual para entregar el pan. Algo tan básico que parece imposible que falte. En estos pueblos hay vecinos que tendrán que comer pan duro, no les quedará otra. Algunos, muchos, son mayores. Tienen que esperar la visita de algún hijo o familiar para que les lleve pan o quizá algún vecino generoso que les lleve pan.
Cuando no hay ni pan en los pueblos, algo se está haciendo mal. Esta situación llama a una reflexión seria. Si los bares rurales quieren convertirlos en esenciales, ¿por qué no el pan? ¿Quizá sería posible un reparto de pan a cargo de alguna administración? ¿Cuánto puede suponer una barra de pan para los vecinos para un ayuntamiento? Seguramente muchos lo agradecerían más que un parque nuevo -sin uso- o una pista de pádel de la que disfrutan los veraneantes.
Aquí todo es entendible. Los propios vecinos entienden la situación del panadero, ¿hasta dónde llega la rentabilidad para vender 3 o 4 barras en algún pueblo?Y encima cuando llegan circunstancias sobrevenidas, todo se complica. Aquí al final, el pan se convierte en un artículo de lujo solo para aquellos privilegiados que no residen en los pequeños pueblos 'perdidos' en los Oteros.
Un problema más para estos pueblos que 'suman y siguen' con los 'peros'. Un medio rural que tiene que aguantar que le digan que están "de moda" pero que tiene que luchar incluso para lograr que sus vecinos puedan continuar comiendo pan del día. Estos pueblos de la España 'olvidada', o 'abandonada', se convierten en resorts de lujo para veraneantes 'urbanitas' que llevan la vida en verano. El resto del año, sus habitantes -muchos de ellos de edad avanzada que han trabajado duro toda su vida- tienen que conformarse con comer pan duro, enfermar solo cuando toque que pase el médico o andar buscando cobertura para llamar a sus hijos y nietos a pesar de que una estupenda fibra se extiende bajo sus pies.
Cosas, y penas, del medio rural.
Este jueves, en más de una docena de pueblos del sur de la provincia de León llegó el pan por última vez. La empresa que había tomado el testigo de la emblemática Unipaco tras su cierre ha suspendido la ruta que reparte en la zona de los Oteros. Fuentes de los Oteros, Fontanil o Pajares han recibido hoy por última vez la visita del panadero.
Ya no se oirá el sonido de la bocina, la furgoneta ya no estará puntual para entregar el pan. Algo tan básico que parece imposible que falte. En estos pueblos hay vecinos que tendrán que comer pan duro, no les quedará otra. Algunos, muchos, son mayores. Tienen que esperar la visita de algún hijo o familiar para que les lleve pan o quizá algún vecino generoso que les lleve pan.
Cuando no hay ni pan en los pueblos, algo se está haciendo mal. Esta situación llama a una reflexión seria. Si los bares rurales quieren convertirlos en esenciales, ¿por qué no el pan? ¿Quizá sería posible un reparto de pan a cargo de alguna administración? ¿Cuánto puede suponer una barra de pan para los vecinos para un ayuntamiento? Seguramente muchos lo agradecerían más que un parque nuevo -sin uso- o una pista de pádel de la que disfrutan los veraneantes.
Aquí todo es entendible. Los propios vecinos entienden la situación del panadero, ¿hasta dónde llega la rentabilidad para vender 3 o 4 barras en algún pueblo?Y encima cuando llegan circunstancias sobrevenidas, todo se complica. Aquí al final, el pan se convierte en un artículo de lujo solo para aquellos privilegiados que no residen en los pequeños pueblos 'perdidos' en los Oteros.
Un problema más para estos pueblos que 'suman y siguen' con los 'peros'. Un medio rural que tiene que aguantar que le digan que están "de moda" pero que tiene que luchar incluso para lograr que sus vecinos puedan continuar comiendo pan del día. Estos pueblos de la España 'olvidada', o 'abandonada', se convierten en resorts de lujo para veraneantes 'urbanitas' que llevan la vida en verano. El resto del año, sus habitantes -muchos de ellos de edad avanzada que han trabajado duro toda su vida- tienen que conformarse con comer pan duro, enfermar solo cuando toque que pase el médico o andar buscando cobertura para llamar a sus hijos y nietos a pesar de que una estupenda fibra se extiende bajo sus pies.
Cosas, y penas, del medio rural.
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