Valencia de Don Juan - Fiestas 2024
Pregón Andrea Rodríguez Alonso
A continuación transcribimos íntegro el pregón de fiestas 2024 de Valencia de Don Juan ofrecido por la coyantina Andrea Rodríguez Alonso
![[Img #85373]](https://leonsurdigital.com/upload/images/09_2024/701_img-20240901-wa0010.jpg)
Excelentísimo ayuntamiento de Valencia de Don Juan, alcalde, representantes de nuestra corporación municipal, queridos amigos del pueblo, familia, vecinos que esta noche nos acompañáis, y a todos los que habéis podido asistir a este acto de inicio de nuestras fiestas patronales. Gracias por estar aquí y por concederme el grandísimo honor de representar a mi pueblo como pregonera de estas fiestas.
Antes de comenzar, quiero compartir con vosotros que he reflexionado mucho sobre lo que quiero trasmitir aquí. Tras la sorpresa inicial al recibir la propuesta de ser la pregonera, llegó el orgullo y la responsabilidad. Y con ello, surgieron esos pequeños miedos que aparecen cuando asumimos un nuevo desafío. ¿Realmente merezco esto?
¿Estaré a la altura de lo que se espera de mí? ¿No debería estar aquí otra persona, y no yo? Pero luego recordé una cita de Woody Allen, quien, en la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias en 2002, dijo: "No sé si merezco este importante premio, pero bueno, tengo diabetes y tampoco me la merezco". Esta pequeña broma no es más que una invitación a disfrutar de las cosas buenas que la vida nos ofrece de vez en cuando, y a vivir el presente. Hoy, más que nunca, intento aplicar este consejo, especialmente porque mi trabajo me hace muy consciente de cuán repentinamente puede cambiar la vida de una persona o una familia. Así que, permitidme disfrutar junto a vosotros de esta muestra de cariño.
Empezaré presentándome. Soy Andrea, una coyantina más. Nací en septiembre del 96, y este es mi verano de los 27. Durante mucho tiempo pensé que ciertas cosas, como hablar de la propia experiencia, debían reservarse para cuando uno alcanzara una edad más avanzada, con una larga experiencia acumulada y la perspectiva que solo los años pueden dar. Pero ahora pienso todo lo contrario: siempre es un buen momento para compartir pensamientos, experiencias y creencias con los tuyos. Sobre todo, por aquellos que se fueron antes de tiempo, como mi abuela Sole, o como todos la conocíamos, Solita La Astorgana. Probablemente su casa sea el epicentro de mis recuerdos de infancia. Los paseos por la muela recogiendo amapolas tras salir de la guardería, los gigantes y cabezudos en las mañanas de fiesta, y la propina para tomarnos un mosto en las pérgolas.
Aunque siempre tuve a mi madre y a mis tíos Encarna y Dani para transmitirme sus valores (como que la comida en la mesa no puede faltar, pero en el plato no se deja o que jugando al julepe no existen amigos ni familia que valga), muchas veces pienso cuánto me hubiera gustado poder conversar con ella, y que viera que hoy me dedico profesionalmente a luchar contra la causa por la que ella no está aquí.
A mi abuelo Nahum, tengo la suerte de que nos siga acompañando y pueda contarnos alguna de sus historias de cómo era Valencia en los años 50. Como cuando en una de las fiestas en la Corbata vio a la chica más guapa que jamás había visto pasar, que no era otra que mi abuela Sole. O de sus dos mulas preciosas, negras y gemelas, con las que araba todas las tierras de Cabañas. Con él, recuerdo las Fiestas de San Luis, los perucos recién cogidos del árbol y las ensaladas con los primeros pepinos que daba su huerta, que, como no, siempre guardaba para mí. También me expresó el tremendo orgullo que siente por sus hijos, quienes hoy hacen posible que siga aquí.
Mis recuerdos de infancia siguen con Esther y Ana haciendo pulseras para venderlas en la Vía Verde, los helados en la piscina con mis segundas madres Patro y Maria Luisa, los sábados acompañando a mi padre a jugar al frontón en el pabellón y las fiestas con la peña Los Pezqueñines. Todo esto hasta que llegaba Juanma y decía “esta niña, tiene sueño”.
Seguí creciendo y poco a poco, se instauró la rutina de los viernes, donde una napolitana del Alimerka, junto a unas chuches del Kiosko de Luis y una cantimplora del Kiosko de Olga, era el mejor plan para pasar la tarde con mis amigas en la puerta del Banco Pastor. Posteriormente, esas tardes las cambiamos por las noches en el Río haciendo Bote… digo, tomando “unos zumitos” antes de subir a bailar en la tarima del Bazar. Los carros de leña con la Peña Es Lo Que Hay en las fiestas, el año en que yo también fui dama o las noches más tranquilas en las que arreglamos el mundo en la terraza del Medio Punto.
La narración de este recuerdo, y de muchos otros que me unen a cómo no, a Andrea y a Cynthia, la aprovecharé para ensalzar la figura de lo que son, literalmente, amigas de toda la vida. Son la pieza imprescindible en la equipación perfecta que, junto con Carla y Nerea, conforman mi grupo de amigas. Gracias por haber sido mis hermanas mayores y por seguir compartiendo la vida conmigo.
El instituto fue el escenario de mi adolescencia, y los bocadillos de torti-con de Amaro, el salvavidas en el recreo. Supongo que mi interés por la ciencia se despertó ahí, entre las clases de matemáticas de Jose Antonio a las mañanas y de Petra por las tardes. Así terminé estudiando biología y especializándome en biomedicina. Y aunque no ha sido un camino fácil, lo que me ha hecho llegar hasta aquí es que en ningún momento ha dejado de fascinar. La ciencia me ha enseñado a pensar de manera crítica, a cuestionar lo que parece evidente, y a explorar en profundidad fenómenos complejos como el funcionamiento de una célula y el origen de una enfermedad. Pero lo más importante es que la ciencia no es solo una colección de datos y cifras. El pensamiento científico nos ayuda a hacer preguntas, a ser escépticos con las respuestas y a no creer ciegamente en lo que se nos dice. Nos guía a aceptar solo aquello que tiene una base sólida en la evidencia, y a rechazar lo que carece de ella. No todos necesitamos ser científicos, pero este enfoque crítico nos prepara mejor para enfrentar los retos del futuro, nos protege contra el engaño y la ignorancia en un mundo lleno de información y desinformación.
Este pensamiento científico lo he llegado a ejercer gracias a que contamos con un sistema público de educación. Un colegio público, un instituto público, y una universidad pública, me han permitido formar el perfil profesional que ejerzo ahora y no soy la única. Hay otras científicas y además mujeres, que se han formado aquí. En este sentido, quiero nombrar a Carolina, gracias por compartir tu experiencia cuando yo estaba empezando mi camino, y sobre todo a Esther, por ser, además de referente, compañera y amiga.
Los científicos somos una de las profesiones más valoradas, dicen las encuestas, después de los médicos. Y con esta curiosidad de científica, ¿me pregunto por qué? Si hablamos de esfuerzo y dedicación, existen muchas otras profesiones que bien podrían gozar del mismo prestigio que la medicina, como las enfermeras o los profesores. Quizás el prestigio de la profesión médica, y si me permitís, de la biomédica, tenga que ver con esa vocación de ayudar a las personas. Es entonces cuando me doy cuenta de que esta encuesta de profesiones no debería estar liderada por nosotros, sino que ese lugar debería estar reservado para aquellas personas, especialmente mujeres, que se dejan la vida cuidando a los suyos, que son la pieza clave de muchas familias y que su trabajo a día de hoy está invisibilizado. Aquellas que sufren mucho más por los sentimientos y problemas de quienes les rodean que por los suyos propios. Estoy segura de que en una sociedad diferente, mucho más justa, hoy sería mi madre Eva, quien merecidamente estaría leyendo este pregón.
En este sentido, también quiero dar el reconocimiento y el valor que se merecen a todas esas personas que, de manera altruista, se dedican a ayudar con pequeñas acciones cotidianas y a acompañar a los pacientes con cáncer y sus familias: los voluntarios y socios de la Asociación Española Contra el Cáncer. Ellos son quienes dan visibilidad a la enfermedad, quienes hacen que la gente se sienta menos sola y que nuestro trabajo como investigadores en España sea posible. España invierte en investigación contra el cáncer la mitad que el resto de los países europeos y si no fuera por asociaciones como la AECC, hoy la investigación oncológica en España estaría en fase terminal. Hoy en día, es la entidad social y privada que más fondos destina a investigar el cáncer. La AECC lucha para que los investigadores españoles tengamos las mismas oportunidades que nuestros homólogos en países donde la investigación en cáncer es una prioridad. Si hoy estoy trabajando como científica, es gracias a la AECC. Así que, a todos esos voluntarios que están en la calle mayor con sus huchas verdes, gracias.
Pero si hay algo que me ha apoyado siempre y que considero mi mejor definición de persona es mi familia. Mi madre Eva, mi padre Javi (el de Productos Ramos, la persona más trabajadora que conozco) y mi hermana María (o Marieta, la luz, esa que siempre va la primera detrás de todas las charangas). Todo lo que soy os lo debo a vosotros, y no hay mayor orgullo para mí que ver hoy aquí vuestras caras de emoción. Mi guía, mi ejemplo, mi pilar. Papá, mamá, María, gracias.
Hay cosas que no cambian, Paco caballero sigue tomando vinos por la calle mayor, Gupi sigue poniendo temazos en la Playa, los helados de Tere siguen siendo el mejor acompañamiento para las noches de Castillo, y otras que han cambiado mucho. Las piscinas ahora son un Complejo Acuático de referencia en el norte de España, Coyanza es cada vez más morado y Supersónica nos ha permitido a los indies soñar con nuestro propio Sonorama, aquí, en casa. Todo ello hace a esta villa tan especial, porque mires donde mires está sostenida personas que crean, arriesgan y disfrutan de la vida. Y, sin duda, esta niña que comenzó a soñar hace 27 años, llegó donde quería porque se crió en Coyanza.
Queridos residentes y visitantes, reina y rey de las fiestas, queridas damas y pajes, disfrutad de las fiestas, disfrutad de vuestra familia y amigos, sentíos orgullosos de vuestro lugar de origen y disfrutad de la vida. Quedan oficialmente inauguradas las Fiestas de Los Cristos 2024. ¡Viva La Virgen del Castillo Viejo y el Bendito Cristo de Santa Marina! ¡Viva Coyanza!
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Excelentísimo ayuntamiento de Valencia de Don Juan, alcalde, representantes de nuestra corporación municipal, queridos amigos del pueblo, familia, vecinos que esta noche nos acompañáis, y a todos los que habéis podido asistir a este acto de inicio de nuestras fiestas patronales. Gracias por estar aquí y por concederme el grandísimo honor de representar a mi pueblo como pregonera de estas fiestas.
Antes de comenzar, quiero compartir con vosotros que he reflexionado mucho sobre lo que quiero trasmitir aquí. Tras la sorpresa inicial al recibir la propuesta de ser la pregonera, llegó el orgullo y la responsabilidad. Y con ello, surgieron esos pequeños miedos que aparecen cuando asumimos un nuevo desafío. ¿Realmente merezco esto?
¿Estaré a la altura de lo que se espera de mí? ¿No debería estar aquí otra persona, y no yo? Pero luego recordé una cita de Woody Allen, quien, en la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias en 2002, dijo: "No sé si merezco este importante premio, pero bueno, tengo diabetes y tampoco me la merezco". Esta pequeña broma no es más que una invitación a disfrutar de las cosas buenas que la vida nos ofrece de vez en cuando, y a vivir el presente. Hoy, más que nunca, intento aplicar este consejo, especialmente porque mi trabajo me hace muy consciente de cuán repentinamente puede cambiar la vida de una persona o una familia. Así que, permitidme disfrutar junto a vosotros de esta muestra de cariño.
Empezaré presentándome. Soy Andrea, una coyantina más. Nací en septiembre del 96, y este es mi verano de los 27. Durante mucho tiempo pensé que ciertas cosas, como hablar de la propia experiencia, debían reservarse para cuando uno alcanzara una edad más avanzada, con una larga experiencia acumulada y la perspectiva que solo los años pueden dar. Pero ahora pienso todo lo contrario: siempre es un buen momento para compartir pensamientos, experiencias y creencias con los tuyos. Sobre todo, por aquellos que se fueron antes de tiempo, como mi abuela Sole, o como todos la conocíamos, Solita La Astorgana. Probablemente su casa sea el epicentro de mis recuerdos de infancia. Los paseos por la muela recogiendo amapolas tras salir de la guardería, los gigantes y cabezudos en las mañanas de fiesta, y la propina para tomarnos un mosto en las pérgolas.
Aunque siempre tuve a mi madre y a mis tíos Encarna y Dani para transmitirme sus valores (como que la comida en la mesa no puede faltar, pero en el plato no se deja o que jugando al julepe no existen amigos ni familia que valga), muchas veces pienso cuánto me hubiera gustado poder conversar con ella, y que viera que hoy me dedico profesionalmente a luchar contra la causa por la que ella no está aquí.
A mi abuelo Nahum, tengo la suerte de que nos siga acompañando y pueda contarnos alguna de sus historias de cómo era Valencia en los años 50. Como cuando en una de las fiestas en la Corbata vio a la chica más guapa que jamás había visto pasar, que no era otra que mi abuela Sole. O de sus dos mulas preciosas, negras y gemelas, con las que araba todas las tierras de Cabañas. Con él, recuerdo las Fiestas de San Luis, los perucos recién cogidos del árbol y las ensaladas con los primeros pepinos que daba su huerta, que, como no, siempre guardaba para mí. También me expresó el tremendo orgullo que siente por sus hijos, quienes hoy hacen posible que siga aquí.
Mis recuerdos de infancia siguen con Esther y Ana haciendo pulseras para venderlas en la Vía Verde, los helados en la piscina con mis segundas madres Patro y Maria Luisa, los sábados acompañando a mi padre a jugar al frontón en el pabellón y las fiestas con la peña Los Pezqueñines. Todo esto hasta que llegaba Juanma y decía “esta niña, tiene sueño”.
Seguí creciendo y poco a poco, se instauró la rutina de los viernes, donde una napolitana del Alimerka, junto a unas chuches del Kiosko de Luis y una cantimplora del Kiosko de Olga, era el mejor plan para pasar la tarde con mis amigas en la puerta del Banco Pastor. Posteriormente, esas tardes las cambiamos por las noches en el Río haciendo Bote… digo, tomando “unos zumitos” antes de subir a bailar en la tarima del Bazar. Los carros de leña con la Peña Es Lo Que Hay en las fiestas, el año en que yo también fui dama o las noches más tranquilas en las que arreglamos el mundo en la terraza del Medio Punto.
La narración de este recuerdo, y de muchos otros que me unen a cómo no, a Andrea y a Cynthia, la aprovecharé para ensalzar la figura de lo que son, literalmente, amigas de toda la vida. Son la pieza imprescindible en la equipación perfecta que, junto con Carla y Nerea, conforman mi grupo de amigas. Gracias por haber sido mis hermanas mayores y por seguir compartiendo la vida conmigo.
El instituto fue el escenario de mi adolescencia, y los bocadillos de torti-con de Amaro, el salvavidas en el recreo. Supongo que mi interés por la ciencia se despertó ahí, entre las clases de matemáticas de Jose Antonio a las mañanas y de Petra por las tardes. Así terminé estudiando biología y especializándome en biomedicina. Y aunque no ha sido un camino fácil, lo que me ha hecho llegar hasta aquí es que en ningún momento ha dejado de fascinar. La ciencia me ha enseñado a pensar de manera crítica, a cuestionar lo que parece evidente, y a explorar en profundidad fenómenos complejos como el funcionamiento de una célula y el origen de una enfermedad. Pero lo más importante es que la ciencia no es solo una colección de datos y cifras. El pensamiento científico nos ayuda a hacer preguntas, a ser escépticos con las respuestas y a no creer ciegamente en lo que se nos dice. Nos guía a aceptar solo aquello que tiene una base sólida en la evidencia, y a rechazar lo que carece de ella. No todos necesitamos ser científicos, pero este enfoque crítico nos prepara mejor para enfrentar los retos del futuro, nos protege contra el engaño y la ignorancia en un mundo lleno de información y desinformación.
Este pensamiento científico lo he llegado a ejercer gracias a que contamos con un sistema público de educación. Un colegio público, un instituto público, y una universidad pública, me han permitido formar el perfil profesional que ejerzo ahora y no soy la única. Hay otras científicas y además mujeres, que se han formado aquí. En este sentido, quiero nombrar a Carolina, gracias por compartir tu experiencia cuando yo estaba empezando mi camino, y sobre todo a Esther, por ser, además de referente, compañera y amiga.
Los científicos somos una de las profesiones más valoradas, dicen las encuestas, después de los médicos. Y con esta curiosidad de científica, ¿me pregunto por qué? Si hablamos de esfuerzo y dedicación, existen muchas otras profesiones que bien podrían gozar del mismo prestigio que la medicina, como las enfermeras o los profesores. Quizás el prestigio de la profesión médica, y si me permitís, de la biomédica, tenga que ver con esa vocación de ayudar a las personas. Es entonces cuando me doy cuenta de que esta encuesta de profesiones no debería estar liderada por nosotros, sino que ese lugar debería estar reservado para aquellas personas, especialmente mujeres, que se dejan la vida cuidando a los suyos, que son la pieza clave de muchas familias y que su trabajo a día de hoy está invisibilizado. Aquellas que sufren mucho más por los sentimientos y problemas de quienes les rodean que por los suyos propios. Estoy segura de que en una sociedad diferente, mucho más justa, hoy sería mi madre Eva, quien merecidamente estaría leyendo este pregón.
En este sentido, también quiero dar el reconocimiento y el valor que se merecen a todas esas personas que, de manera altruista, se dedican a ayudar con pequeñas acciones cotidianas y a acompañar a los pacientes con cáncer y sus familias: los voluntarios y socios de la Asociación Española Contra el Cáncer. Ellos son quienes dan visibilidad a la enfermedad, quienes hacen que la gente se sienta menos sola y que nuestro trabajo como investigadores en España sea posible. España invierte en investigación contra el cáncer la mitad que el resto de los países europeos y si no fuera por asociaciones como la AECC, hoy la investigación oncológica en España estaría en fase terminal. Hoy en día, es la entidad social y privada que más fondos destina a investigar el cáncer. La AECC lucha para que los investigadores españoles tengamos las mismas oportunidades que nuestros homólogos en países donde la investigación en cáncer es una prioridad. Si hoy estoy trabajando como científica, es gracias a la AECC. Así que, a todos esos voluntarios que están en la calle mayor con sus huchas verdes, gracias.
Pero si hay algo que me ha apoyado siempre y que considero mi mejor definición de persona es mi familia. Mi madre Eva, mi padre Javi (el de Productos Ramos, la persona más trabajadora que conozco) y mi hermana María (o Marieta, la luz, esa que siempre va la primera detrás de todas las charangas). Todo lo que soy os lo debo a vosotros, y no hay mayor orgullo para mí que ver hoy aquí vuestras caras de emoción. Mi guía, mi ejemplo, mi pilar. Papá, mamá, María, gracias.
Hay cosas que no cambian, Paco caballero sigue tomando vinos por la calle mayor, Gupi sigue poniendo temazos en la Playa, los helados de Tere siguen siendo el mejor acompañamiento para las noches de Castillo, y otras que han cambiado mucho. Las piscinas ahora son un Complejo Acuático de referencia en el norte de España, Coyanza es cada vez más morado y Supersónica nos ha permitido a los indies soñar con nuestro propio Sonorama, aquí, en casa. Todo ello hace a esta villa tan especial, porque mires donde mires está sostenida personas que crean, arriesgan y disfrutan de la vida. Y, sin duda, esta niña que comenzó a soñar hace 27 años, llegó donde quería porque se crió en Coyanza.
Queridos residentes y visitantes, reina y rey de las fiestas, queridas damas y pajes, disfrutad de las fiestas, disfrutad de vuestra familia y amigos, sentíos orgullosos de vuestro lugar de origen y disfrutad de la vida. Quedan oficialmente inauguradas las Fiestas de Los Cristos 2024. ¡Viva La Virgen del Castillo Viejo y el Bendito Cristo de Santa Marina! ¡Viva Coyanza!































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