Pregón Pedro Ríos Vallinas -Ferias 2022Valderas
"Nos une el amor por Valderas"
![[Img #63016]](http://leonsurdigital.com/upload/images/07_2022/917_img_20220702_205411.jpg)
Antes de comenzar esta tarea que se me ha encomendado, mis primeras palabras de agradecimiento no van a ser para ti, Agustín, sino para este pueblo, mi Valderas, lugar de donde me siento satisfecho de haber nacido.
Como soy nuevo en esto de los pregones, os pido por adelantado perdón por si no estuviera a la altura que os merecéis.
Para quien no me conozca, soy Pedro, hijo de Pedro Ríos Vaquero y de Nana Vallinas Arteaga, y mantengo aquí una extensa y gran familia.
Y ahora sí, no quiero continuar sin dar las gracias a nuestro alcalde Agustín Lobato Ruano y a todo el equipo de gobierno, por esta oportunidad y por el esfuerzo que hacéis cada día por que este pueblo sea mejor y para que en él haya una buena convivencia.
A mí modo de ver, un pregón tiene que servir para recordarnos por qué estamos orgullosos de ser ciudadanos de Valderas.
Para mí, ser de Valderas es poder recordar y compartir muchas historias vividas en esta tierra.
Es haber sido alumno en las escuelas y el instituto, donde coincidí con gente, gran parte de la cual sigo viendo y tratando.
En mi caso, el lugar común de donde son mis amistades más íntimas, con las que comparto forma de ser y estar.
Ser de Valderas es haber vivido de forma intensa sus fiestas, con más imaginación que dinero. Rondas de cortos, de vino clarete y de nuestro mosto especial y único, siempre con su correspondiente tapa.
Que nos gusta el bacalao al estilo Valderas y nos encantan los embutidos, el queso, los dulces y el pan que se hace en nuestro pueblo.
Ser de Valderas es haber disfrutado de los veranos con los amigos, de la piscina y del Molino, las noches de miedo con visita al cementerio y haberte atrevido a decir me gustas a una amiga de la pandilla.
Es saludarse levantando la cabeza gesticulando con ese "bueno" tan especial y tan nuestro.
Ser de Valderas es tener interiorizado un paisaje, con los Castillos en lo alto, campos de cereal y ovejas pastando, con agricultores y pastores siempre ahí.
Ser valderense implica emocionarse de manera especial siempre que suena la salve a la Pastorcica o a la Virgen del Socorro
Hoy aquí hemos venido a celebrar nuestra Feria. En el primer lunes después de San Pedro, tiempo de comprar los ajos para la temporada y antaño de guindas y de albérchigos, la Feria marcaba el principio y fin de la contratación de pastores por año, así como la compra de animales y de aperos que utilizar en las eras, en la trilla y limpieza del cereal y las legumbres.
Y aunque el fin con el que nació ha quedado atrás, porque todo se transforma, la Feria sigue siendo lo que sus gentes siempre han hecho de ella, una gran fiesta con que espantar los malos espíritus que pueden desgraciar la recogida de la cosecha y recibir el verano con la alegría que se merece.
Ahora que por la televisión parece que estamos muy enfadados los unos con los otros y los otros con los de al lado, yo prefiero mirar a este pueblo y sus vecinos y, aun sabiendo de las diferencias que entre nosotros han de haber, pensar en lo que nos une.
Nos une el amor por Valderas.
Y nos une una historia común, de sueños compartidos, de tragedias y de esperanzas, de trabajo y de esfuerzo por salir adelante.
Y en ello no solo estáis los que os habéis quedado a modo de guardianes del frasco de las esencias, sino también, en la medida que nos ha sido posible, los que nos tuvimos que ir a buscarnos la vida fuera pero que nunca llegamos a marcharnos del todo, pues llevamos un pedacito de este pueblo dentro de nosotros allá donde nos hayamos ido.
Una vez leí que somos como una planta, que solo cuando la sacas de la tierra puedes llegar a ver sus raíces y cuán profundas son.
Y así me siento yo.
Yo, como muchos de este pueblo fui a estudiar fuera y eso marcó el inicio de un viaje sin retorno en el plano profesional.
Yo he tenido la suerte, además, de tener una esposa, Ana, de Valderas y unas hijas , Inés y Ana, que llaman a este mi pueblo, su arcadia emocional que habitan en sueños.
Un pueblo y un lugar al que volver, un lugar donde ser lo que son, un lugar donde todo el mundo conoce a sus padres y abuelos y al que me aseguran vendrán siempre que puedan con sus hijos cuando los tengan, si los tienen.
Porque fuera a veces uno no es más que su trabajo y su familia. Pero es en el pueblo donde aprendemos la verdadera importancia de ser parte de una comunidad, algo que es más grande que nosotros mismos, que nos perdura y que nos cuida.
Porque en un mundo cada vez más complejo, más hostil y que da más miedo, con guerras, pandemias y crisis económica, una comunidad que te reconozca como uno de los suyos es el mejor salvavidas que podemos tener, el mástil más fuerte al que agarrarse, una tierra firme donde ser quienes somos porque conoces al que está a tu lado y éste te conoce a ti.
Valderas no es más, ni menos, que su gente, mi gente.
Valderas es llevarla siempre en la cabeza cuando estás lejos, es no dejar de hablar de ella a todo el que te pilla cerca.
Es saber que es un gran sitio de donde ser y para estar siempre.
Valderas es conocer no solo a los que son y están, es tener referencia temporal de las almas que habitan sus casas, sus calles y sus distintos espacios.
Es tener presentes a quienes ya no están entre nosotros pero seguirán ahí, como si nunca nos hubiesen dejado.
Ser de Valderas es tener ganas de envejecer aquí, con los tuyos, gente de igual carácter que tú, de quienes sabes entender su humor, sus pocas palabras y sus muchos silencios.
Ser de Valderas es terminar el camino aquí y saber que has tenido mucha suerte.
Por todo esto,
felices fiestas
y que viva Valderas.
Antes de comenzar esta tarea que se me ha encomendado, mis primeras palabras de agradecimiento no van a ser para ti, Agustín, sino para este pueblo, mi Valderas, lugar de donde me siento satisfecho de haber nacido.
Como soy nuevo en esto de los pregones, os pido por adelantado perdón por si no estuviera a la altura que os merecéis.
Para quien no me conozca, soy Pedro, hijo de Pedro Ríos Vaquero y de Nana Vallinas Arteaga, y mantengo aquí una extensa y gran familia.
Y ahora sí, no quiero continuar sin dar las gracias a nuestro alcalde Agustín Lobato Ruano y a todo el equipo de gobierno, por esta oportunidad y por el esfuerzo que hacéis cada día por que este pueblo sea mejor y para que en él haya una buena convivencia.
A mí modo de ver, un pregón tiene que servir para recordarnos por qué estamos orgullosos de ser ciudadanos de Valderas.
Para mí, ser de Valderas es poder recordar y compartir muchas historias vividas en esta tierra.
Es haber sido alumno en las escuelas y el instituto, donde coincidí con gente, gran parte de la cual sigo viendo y tratando.
En mi caso, el lugar común de donde son mis amistades más íntimas, con las que comparto forma de ser y estar.
Ser de Valderas es haber vivido de forma intensa sus fiestas, con más imaginación que dinero. Rondas de cortos, de vino clarete y de nuestro mosto especial y único, siempre con su correspondiente tapa.
Que nos gusta el bacalao al estilo Valderas y nos encantan los embutidos, el queso, los dulces y el pan que se hace en nuestro pueblo.
Ser de Valderas es haber disfrutado de los veranos con los amigos, de la piscina y del Molino, las noches de miedo con visita al cementerio y haberte atrevido a decir me gustas a una amiga de la pandilla.
Es saludarse levantando la cabeza gesticulando con ese "bueno" tan especial y tan nuestro.
Ser de Valderas es tener interiorizado un paisaje, con los Castillos en lo alto, campos de cereal y ovejas pastando, con agricultores y pastores siempre ahí.
Ser valderense implica emocionarse de manera especial siempre que suena la salve a la Pastorcica o a la Virgen del Socorro
Hoy aquí hemos venido a celebrar nuestra Feria. En el primer lunes después de San Pedro, tiempo de comprar los ajos para la temporada y antaño de guindas y de albérchigos, la Feria marcaba el principio y fin de la contratación de pastores por año, así como la compra de animales y de aperos que utilizar en las eras, en la trilla y limpieza del cereal y las legumbres.
Y aunque el fin con el que nació ha quedado atrás, porque todo se transforma, la Feria sigue siendo lo que sus gentes siempre han hecho de ella, una gran fiesta con que espantar los malos espíritus que pueden desgraciar la recogida de la cosecha y recibir el verano con la alegría que se merece.
Ahora que por la televisión parece que estamos muy enfadados los unos con los otros y los otros con los de al lado, yo prefiero mirar a este pueblo y sus vecinos y, aun sabiendo de las diferencias que entre nosotros han de haber, pensar en lo que nos une.
Nos une el amor por Valderas.
Y nos une una historia común, de sueños compartidos, de tragedias y de esperanzas, de trabajo y de esfuerzo por salir adelante.
Y en ello no solo estáis los que os habéis quedado a modo de guardianes del frasco de las esencias, sino también, en la medida que nos ha sido posible, los que nos tuvimos que ir a buscarnos la vida fuera pero que nunca llegamos a marcharnos del todo, pues llevamos un pedacito de este pueblo dentro de nosotros allá donde nos hayamos ido.
Una vez leí que somos como una planta, que solo cuando la sacas de la tierra puedes llegar a ver sus raíces y cuán profundas son.
Y así me siento yo.
Yo, como muchos de este pueblo fui a estudiar fuera y eso marcó el inicio de un viaje sin retorno en el plano profesional.
Yo he tenido la suerte, además, de tener una esposa, Ana, de Valderas y unas hijas , Inés y Ana, que llaman a este mi pueblo, su arcadia emocional que habitan en sueños.
Un pueblo y un lugar al que volver, un lugar donde ser lo que son, un lugar donde todo el mundo conoce a sus padres y abuelos y al que me aseguran vendrán siempre que puedan con sus hijos cuando los tengan, si los tienen.
Porque fuera a veces uno no es más que su trabajo y su familia. Pero es en el pueblo donde aprendemos la verdadera importancia de ser parte de una comunidad, algo que es más grande que nosotros mismos, que nos perdura y que nos cuida.
Porque en un mundo cada vez más complejo, más hostil y que da más miedo, con guerras, pandemias y crisis económica, una comunidad que te reconozca como uno de los suyos es el mejor salvavidas que podemos tener, el mástil más fuerte al que agarrarse, una tierra firme donde ser quienes somos porque conoces al que está a tu lado y éste te conoce a ti.
Valderas no es más, ni menos, que su gente, mi gente.
Valderas es llevarla siempre en la cabeza cuando estás lejos, es no dejar de hablar de ella a todo el que te pilla cerca.
Es saber que es un gran sitio de donde ser y para estar siempre.
Valderas es conocer no solo a los que son y están, es tener referencia temporal de las almas que habitan sus casas, sus calles y sus distintos espacios.
Es tener presentes a quienes ya no están entre nosotros pero seguirán ahí, como si nunca nos hubiesen dejado.
Ser de Valderas es tener ganas de envejecer aquí, con los tuyos, gente de igual carácter que tú, de quienes sabes entender su humor, sus pocas palabras y sus muchos silencios.
Ser de Valderas es terminar el camino aquí y saber que has tenido mucha suerte.
Por todo esto,
felices fiestas
y que viva Valderas.
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