CUADERNO DE VIAJE: OTOÑO EN NUEVA YORk I
Rumbo a Nueva York
Nueva York posiblemente sea la ciudad más conocida del mundo. ¿Por qué quien no ha visto sus calles, su ‘skyline’ (horizonte), alguno de sus rascacielos (ya sin contar las desaparecidas ‘Torres Gemelas’ o la archipopular Estatua de la Libertad? Raro es el día que no vemos esta ciudad en películas, series, informativos, fotografía… Si aseguráramos que esta es la ciudad más grabada y fotografiada de la historia posiblemente acertaríamos. Pues éste, es nuestro destino…. Nueva York, la Gran Manzana, también conocida como ‘La ciudad que nunca duerme…’ y mil apelativos más.
![[Img #18434]](upload/img/periodico/img_18434.jpg)
Para cruzar ‘el charco’ las medidas de seguridad en el aeropuerto son altísimas y para ir a Estados Unidos aún mucho más. Ya en el billete señala la necesidad de estar en el aeropuerto tres horas antes de embarcar debido a todos los controles que son necesarios para volar a Estados Unidos. La verdad es que una siempre va nerviosa a estas cosas porque si vas en botas o zapatos lo más habitual es acabar cruzando descalza la barrera de control. Además, el equipaje de mano (las maletas ya las facturamos sin problemas) hay que dividirlo en multitud de bandejas y, de momento, no hay más que dos manos. De cinco viajeras de esta aventura, a sólo una le pito el arco… La sorpresa nos la llevamos cuando comprobamos que el registro era “pasar un papelito” por algunas zonas para lo que supusimos una especie de control de drogas. Por supuesto… sin problema, hubo luz verde para que todas nos dirigiéramos a nuestra puerta de embarque sin problema. Por cierto, no nos hemos presentado… somos Carolina, Isabel, Mónica, Rocío y la que os escribe, Raquel.
Y con un café, de esos de los “baratitos” que venden en las cafeterías del aeropuerto, esperamos pacientemente a embarcar en nuestro vuelo, IB 6251, sin escalas directo a New York. Un vuelo de ida y vuelta que compramos hace seis meses por lo que lo conseguimos a muy buen precio (unos 500 euros).
Lo de volar más de ocho horas… nos daba a todas un poco de aprensión pero bueno…allá estábamos. Os podéis imaginar la cara que se nos quedó cuando el piloto del avión nos informó al subir al avión que durante las dos primeras horas del vuelo se esperaban fuertes turbulencias y que la ruta había sido modificada por el sur para evitar problemas. Volar por Europa o las islas… vale… pero cruzar el charco y que te digan eso… sólo pensaba en la historia que me había contado una amiga de que el seguro de viaje está bien porque “si el avión cae el seguro cubre el tema de las maletas” . El chiste, que no chiste, me hizo gracia pero en esos momentos…
Por cierto, si llevo seguro… lo pensé y lo dudé mucho pero cuando me dijeron “mira que si vas a patinar sobre hielo te caes y te haces un esguince te hipotecas”. La sanidad en Estados Unidos es carísima y se paga, prefiero no tener que informaros de precios estos días. Mi seguro costó 50 euros.
Como era de esperar, el vuelo llegó sin problemas a su destino -la prueba es que os estoy escribiendo- pero en un viaje que se me antojó muy largo (casi nueve horas) y con un montón de fuertes turbulencias al principio del viaje. Hasta los azafatos corrían por el pasillo con el carrito de la comida…”vamos vamos”. Un poquito de miedo sí pasamos con tanto bote, yo me encomendé a todas las vírgenes y patronas que conocía… por si acaso.
![[Img #18436]](upload/img/periodico/img_18436.jpg)
En suelo americano
Y ya en suelo americano llegó la hora de que “nos aceptaran”. Después de mucho esperar fue nuestro turno para enfrentarnos al policía que nos miraba fijamente. Nos escanearon las manos, las huellas y los ojos. Comprobaron el ESTA (sí, ese papelito que es el visado para entrar en Estados Unidos y que hay que llevar además del pasaporte y que se hace a través de Internet… pagando 14$) y a por las maletas. Un último control para dejar el papel de la aduana, que te dan en el avión para rellenar y en el que sólo hay que poner tus datos y no rellenar nada de objetos de valor para que no te cobren. Y ya estamos…en New York.
Como nosotras somos muy valientes… ni taxi, ni transporte concertado ni nada… en metro como si fuéramos neoyorquinas. Cogimos un tren que sale de la terminal directas a la estación de metro más cercana y allí comenzaron nuestras disputas con el metro y la metrocard (bono).
![[Img #18435]](upload/img/periodico/img_18435.jpg)
Después del vuelo y del cambio de hora llegamos con un poco de descontrol horario y de comidas. En España eran las once de la noche mientras que aquí en Nueva York eran las cinco de la tarde. La habitación, la 801 del Tryp By Windham en la 35 –la fitness room-, nos encantó. Según entramos descubrimos una bicicleta estática y diferentes elementos deportivos… camas gigantescas y un office con cafetera y frigorífico además de dos baños completos. Tras una ducha rápida nos fuimos a conocer Times Square y a continuar celebrando el cumpleaños de Carol, que bromeaba con el cumpleaños “más largo de su vida”.
![[Img #18438]](upload/img/periodico/img_18438.jpg)
Neones y propinas
Por la noche, New York brilla y resplandece. Es que hasta las llantas de los coches parecen brillar más de lo normal. Nuestro primer contacto con Times Square nos hizo pensar en unas gafas de sol por la claridad que desprendían tantas luces de neón. A la hora de hacer la maleta nos habían dicho (amigos y conocidos que visitaban New York en ese momento) que el tiempo era muy agradable y que llevaban “la cazadora en la mano”. Pero nosotras nos encontramos con un frío invernal por lo que decidimos buscar pronto un lugar donde cenar. Entonces comprobamos el “mundo de las propinas”.
![[Img #18433]](upload/img/periodico/img_18433.jpg)
Cenamos en un restaurante –cuyo nombre no quiero acordarme- de aspecto muy americano ambientado en Halloween con mesas muy apeguñadas y sofás de tres plazas. Muy amablemente nos indicaron la única mesa libre que también resultó ser la más fría del local por su proximidad a la puerta. Tras echar un ojo a la carta la mayoría del grupo decidimos optar por lo que parecía una hamburguesa clásica pero que resultó ser un sándwich.
Algo muy curioso en este país es que señalan las calorías de todo en la carta, así ponían una hamburguesa 1.050 calorías. Como dijo Mónica, seguro que acaba llegando a Europa esta costumbre de indicar calorías porque si lo hacen los americanos… acabará llegando.
En fin, a pesar del frío, a pesar de no conseguir comer una hamburguesa, a pesar de estar encajonadas en una mesa…. Cenamos. Y a la hora de llegar la cuenta….93 dólares (hay casi paridad entre el euro y el dólar por lo que hacer el cambio rápido es fácil…. 93 euros). El ticket finalizaba con dos cantidades a mayores de 18 dolares con algo y 23 dolares que aparecían reflejadas como ‘tips’ (propinas). Muy a la española optamos por dejar 100 dolares para que se quedara con el cambio de propina (7 euros de propina ya está muy bien) y nos empezamos a preparar para irnos, pero…. El camarero vino a comprobar el pago y al ver sólo los 100 dolares nos explicó que teníamos que dejarle una propina –a elegir- porque era la forma en la que cobraba. Resultado…. Le dejamos 18 dolares de propina y nos fuimos al hotel pensando que a partir de ahora buscaríamos restaurantes sin servicio para no tener que dejar propinas.
Nueva York posiblemente sea la ciudad más conocida del mundo. ¿Por qué quien no ha visto sus calles, su ‘skyline’ (horizonte), alguno de sus rascacielos (ya sin contar las desaparecidas ‘Torres Gemelas’ o la archipopular Estatua de la Libertad? Raro es el día que no vemos esta ciudad en películas, series, informativos, fotografía… Si aseguráramos que esta es la ciudad más grabada y fotografiada de la historia posiblemente acertaríamos. Pues éste, es nuestro destino…. Nueva York, la Gran Manzana, también conocida como ‘La ciudad que nunca duerme…’ y mil apelativos más.
![[Img #18434]](upload/img/periodico/img_18434.jpg)
Para cruzar ‘el charco’ las medidas de seguridad en el aeropuerto son altísimas y para ir a Estados Unidos aún mucho más. Ya en el billete señala la necesidad de estar en el aeropuerto tres horas antes de embarcar debido a todos los controles que son necesarios para volar a Estados Unidos. La verdad es que una siempre va nerviosa a estas cosas porque si vas en botas o zapatos lo más habitual es acabar cruzando descalza la barrera de control. Además, el equipaje de mano (las maletas ya las facturamos sin problemas) hay que dividirlo en multitud de bandejas y, de momento, no hay más que dos manos. De cinco viajeras de esta aventura, a sólo una le pito el arco… La sorpresa nos la llevamos cuando comprobamos que el registro era “pasar un papelito” por algunas zonas para lo que supusimos una especie de control de drogas. Por supuesto… sin problema, hubo luz verde para que todas nos dirigiéramos a nuestra puerta de embarque sin problema. Por cierto, no nos hemos presentado… somos Carolina, Isabel, Mónica, Rocío y la que os escribe, Raquel.
Y con un café, de esos de los “baratitos” que venden en las cafeterías del aeropuerto, esperamos pacientemente a embarcar en nuestro vuelo, IB 6251, sin escalas directo a New York. Un vuelo de ida y vuelta que compramos hace seis meses por lo que lo conseguimos a muy buen precio (unos 500 euros).
Lo de volar más de ocho horas… nos daba a todas un poco de aprensión pero bueno…allá estábamos. Os podéis imaginar la cara que se nos quedó cuando el piloto del avión nos informó al subir al avión que durante las dos primeras horas del vuelo se esperaban fuertes turbulencias y que la ruta había sido modificada por el sur para evitar problemas. Volar por Europa o las islas… vale… pero cruzar el charco y que te digan eso… sólo pensaba en la historia que me había contado una amiga de que el seguro de viaje está bien porque “si el avión cae el seguro cubre el tema de las maletas” . El chiste, que no chiste, me hizo gracia pero en esos momentos…
Por cierto, si llevo seguro… lo pensé y lo dudé mucho pero cuando me dijeron “mira que si vas a patinar sobre hielo te caes y te haces un esguince te hipotecas”. La sanidad en Estados Unidos es carísima y se paga, prefiero no tener que informaros de precios estos días. Mi seguro costó 50 euros.
Como era de esperar, el vuelo llegó sin problemas a su destino -la prueba es que os estoy escribiendo- pero en un viaje que se me antojó muy largo (casi nueve horas) y con un montón de fuertes turbulencias al principio del viaje. Hasta los azafatos corrían por el pasillo con el carrito de la comida…”vamos vamos”. Un poquito de miedo sí pasamos con tanto bote, yo me encomendé a todas las vírgenes y patronas que conocía… por si acaso.
![[Img #18436]](upload/img/periodico/img_18436.jpg)
En suelo americano
Y ya en suelo americano llegó la hora de que “nos aceptaran”. Después de mucho esperar fue nuestro turno para enfrentarnos al policía que nos miraba fijamente. Nos escanearon las manos, las huellas y los ojos. Comprobaron el ESTA (sí, ese papelito que es el visado para entrar en Estados Unidos y que hay que llevar además del pasaporte y que se hace a través de Internet… pagando 14$) y a por las maletas. Un último control para dejar el papel de la aduana, que te dan en el avión para rellenar y en el que sólo hay que poner tus datos y no rellenar nada de objetos de valor para que no te cobren. Y ya estamos…en New York.
Como nosotras somos muy valientes… ni taxi, ni transporte concertado ni nada… en metro como si fuéramos neoyorquinas. Cogimos un tren que sale de la terminal directas a la estación de metro más cercana y allí comenzaron nuestras disputas con el metro y la metrocard (bono).
![[Img #18435]](upload/img/periodico/img_18435.jpg)
Después del vuelo y del cambio de hora llegamos con un poco de descontrol horario y de comidas. En España eran las once de la noche mientras que aquí en Nueva York eran las cinco de la tarde. La habitación, la 801 del Tryp By Windham en la 35 –la fitness room-, nos encantó. Según entramos descubrimos una bicicleta estática y diferentes elementos deportivos… camas gigantescas y un office con cafetera y frigorífico además de dos baños completos. Tras una ducha rápida nos fuimos a conocer Times Square y a continuar celebrando el cumpleaños de Carol, que bromeaba con el cumpleaños “más largo de su vida”.
![[Img #18438]](upload/img/periodico/img_18438.jpg)
Neones y propinas
Por la noche, New York brilla y resplandece. Es que hasta las llantas de los coches parecen brillar más de lo normal. Nuestro primer contacto con Times Square nos hizo pensar en unas gafas de sol por la claridad que desprendían tantas luces de neón. A la hora de hacer la maleta nos habían dicho (amigos y conocidos que visitaban New York en ese momento) que el tiempo era muy agradable y que llevaban “la cazadora en la mano”. Pero nosotras nos encontramos con un frío invernal por lo que decidimos buscar pronto un lugar donde cenar. Entonces comprobamos el “mundo de las propinas”.
![[Img #18433]](upload/img/periodico/img_18433.jpg)
Cenamos en un restaurante –cuyo nombre no quiero acordarme- de aspecto muy americano ambientado en Halloween con mesas muy apeguñadas y sofás de tres plazas. Muy amablemente nos indicaron la única mesa libre que también resultó ser la más fría del local por su proximidad a la puerta. Tras echar un ojo a la carta la mayoría del grupo decidimos optar por lo que parecía una hamburguesa clásica pero que resultó ser un sándwich.
Algo muy curioso en este país es que señalan las calorías de todo en la carta, así ponían una hamburguesa 1.050 calorías. Como dijo Mónica, seguro que acaba llegando a Europa esta costumbre de indicar calorías porque si lo hacen los americanos… acabará llegando.
En fin, a pesar del frío, a pesar de no conseguir comer una hamburguesa, a pesar de estar encajonadas en una mesa…. Cenamos. Y a la hora de llegar la cuenta….93 dólares (hay casi paridad entre el euro y el dólar por lo que hacer el cambio rápido es fácil…. 93 euros). El ticket finalizaba con dos cantidades a mayores de 18 dolares con algo y 23 dolares que aparecían reflejadas como ‘tips’ (propinas). Muy a la española optamos por dejar 100 dolares para que se quedara con el cambio de propina (7 euros de propina ya está muy bien) y nos empezamos a preparar para irnos, pero…. El camarero vino a comprobar el pago y al ver sólo los 100 dolares nos explicó que teníamos que dejarle una propina –a elegir- porque era la forma en la que cobraba. Resultado…. Le dejamos 18 dolares de propina y nos fuimos al hotel pensando que a partir de ahora buscaríamos restaurantes sin servicio para no tener que dejar propinas.






























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