'La Piedra del Rayo' es conocida en todas las culturas del mundo y en la provincia leonesa se encuentran diferentes descripciones de estos objetos por parte de personas que las han visto o incluso llegaron a conservarlas en sus casas. Las consideran un amuleto de amplios poderes: se llevaban en los bolsillos para proporcionar suerte y preservar de maleficios, evitaba que cayeran rayos en las casas, no rabiaban los perros y sobre todo, en León, tenían dos funciones importantes: servía para curar la mamitis de las vacas (se untaba con aceite y se restregaban las ubres con ella) y curaba de 'los aires' a las personas (esto de 'los aires' era una expresión popular que servía para designar varias dolencias: gripes, dolores de cabeza, torcimiento de la boca, etc.).
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En la Semana de la Ciencia y en coincidencia con los augurios climatológicos matanciles que comienzan con San Martín, el Museo Etnográfico ofrece dentro del Programa de la Pieza del Mes, un esperado análisis y conferencia sobre uno de los objetos más populares a la vez que más simbólicos en el ideario popular, y que por lo prehistórico de su factura e historia, aparece rodeado de un halo de misterio de caracteres mágico protectores naturales relacionados con las tormentas para las sociedades agropastoriles tradicionales.
Un consagrado especialista en meteorología popular y especialmente recopilador en refranero popular del tiempo como es el profesor Javier Rúa, introducirá a los asistentes en la meteorología popular, donde la preocupación por los cambios atmosféricos ha estado presente en el hombre desde los tiempos más antiguos, debido a la finalidad práctica de su influencia sobre las cosechas y la obtención de pastos para la alimentación del ganado.
Los instrumentos empleados fundamentalmente eran las observaciones directas de los cielos, a veces en determinadas épocas del año, el comportamiento de los vientos, la humedad de la tierra, etc. Muchos de estos conocimientos populares sobre el tiempo atmosférico tienen su base real y se han ido manteniendo porque tenían sus visos de certeza o cumplimiento.
Los pronósticos meteorológicos, que ha establecido desde siempre el hombre del campo, pueden ser a corto, medio o largo plazo. Los primeros de ellos están relacionados esencialmente con la llegada de las lluvias y están basados en las señales del cielo (los arreboles del amanecer o el ocaso, la presencia del arco iris, los halos de Sol o de Luna y el brillo de las estrellas); las nubes, nieblas y vientos (las nubes de dirección, los altocúmulos o 'borreguitos', las 'nubes en toca' (nieblas en lo alto de las montañas), los vientos cargados de humedad; el comportamiento de los animales (insectos, pájaros y otras aves, como gallos y gallinas; el uso de sanguijuelas y ranas como barómetros vivientes) y pronósticos por el entorno cercano (burbujas en los charcos, señales del aumento de humedad en las casas (se desprende el hollín, chirrían las maderas, las piedras se llenan de humedad, …; también en algunas casas se emplean higrómetros sencillos como 'el fraile del tiempo', el 'gallo de Portugal'). Los pronósticos a medio plazo están basados en la memoria y se conserva lo acontecido en otros años por medio de refranes: 'Cuando marzo mayea, mayo marcea', 'Santos al sol, Pascuas al rincón', 'Buen tiempo en septiembre, mejor en diciembre', 'La luna de octubre, siete lunas cubre', etc. Finalmente, los pronósticos a largo plazo se basaban mayoritariamente en las 'cabañuelas', 'cabichuelas' o 'surtimientos', a veces realizadas por personas especializadas, que pronosticaban el tiempo meteorológico para cada mes o quincena del año venidero; también tenían interés, aunque carecían de rigor científico, el empleo de almanaques, que compraba cada familia, siendo muy empleado el 'Zaragozano', y con anterioridad el 'Lunario.
La actividad tiene la entrada libre y gratuita hasta completar aforo.
Los secretos de una piedra
Las tormentas manifiestan un conjunto de meteoros (viento, relámpagos, rayos, truenos, lluvia y granizo). Dentro de la mentalidad popular, el rayo o chispa eléctrica está asociada también a un elemento pétreo, la llamada 'Piedra del Rayo' o 'ceraunia' (también llamada en León 'Piedra de la Centella' o 'Piedra de los Aires'), relacionada, materialmente, con hachas pulimentadas prehistóricas desde el Neolítico a la Edad del Bronce fundamentalmente, o con piedras de colores y formas singulares (incluso fósiles) que se cree que 'son arrojadas por los rayos, se hunden siete metros bajo tierra y al cabo de siete años suben a la superficie'. Hay también varios testimonios que indican que la piedra raja los árboles (chopos en León) y se puede quedar alojada en ellos:
Esta piedra es conocida en todas las culturas del mundo y varios autores han tratado de ellas a lo largo de los siglos. En la provincia leonesa encontramos diferentes descripciones de estos objetos por parte de personas que las han visto o incluso llegaron a conservarlas en sus casas (pero raramente te las enseñan). Las consideraban un amuleto de amplios poderes: se llevaban en los bolsillos para proporcionar suerte y preservar de maleficios, evitaba que cayeran rayos en las casas, no rabiaban los perros y sobre todo, en León, tenían dos funciones importantes: servía para curar la mamitis de las vacas (se untaba con aceite y se restregaban las ubres con ella) y curaba de 'los aires' a las personas (esto de 'los aires' era una expresión popular que servía para designar varias dolencias: gripes, dolores de cabeza, torcimiento de la boca, etc.).
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